Mis películas favoritas del Q1 del 2024, parte 1
De vuelta a las viejas andanzas (ver películas y escribir sobre ellas)
Ustedes deberían saber que soy la última persona que citaría una película de Marvel, principalmente porque soy la última persona que vería una, pero también deberían saber otra cosa: sí soy alguien que citaría y vería cualquier producto cultural relacionado con Emma Stone. Así que tengo que decirlo: empiezo este artículo pensando específicamente en Andrew Garfield, como Peter Parker, diciendo que el mejor tipo de promesa es la que no se puede cumplir en The Amazing Spider-Man (2012).
No puedo seguir sin decirles que esa frase lleva doce (12) años pareciéndome un enigma. El artículo que estoy por escribir no va sobre esto, pero ahora que lo mencioné, siento que debo alzar mi voz sobre este tema que nos concierne a todos. ¿Por qué uno de los superhéroes más nobles diría que la mejor promesa es la que no puede cumplir? Entiendo que el contexto aquí va sobre haber jurado que se alejaría de Gwen Stacy y no querer hacerlo porque la ama, pero en general, ¿por qué un supuesto good guy haría este statement que en cualquier otro caso solo vendría de alguien que inevitablemente te hará algo horrible y personal? Peter Parker, ¿fuckboy confirmado? Sí era un hombre con una cámara y una patineta, si se ponen a pensar…
La cosa es que esta frase me vino a la cabeza porque, aunque no lo prometí, en algún punto dije que iba a publicar algo en The Vortex sobre cada ceremonia de premios. ¿Mentí? De forma no intencional, supongo que sí. Genuinamente pensé que lo lograría, pero verán: luego de escribir sobre los Golden Globes, dejé de ser una mujer desempleada, estuve trabajando en una serie de pinturas —que actualmente están expuestas en Cerquone Gallery y pueden ir a ver hasta el 21 de este mes, wink wink—, empecé unas pasantías de arte, vi la última temporada de Love Is Blind y me adentré en el mundo de Sex and the City. No solo estoy ocupando la mayoría de mi tiempo con otras actividades, sino que ahora la voz en mi cabeza suena como Carrie Bradshaw. Entiendan que estoy lidiando con más de una cosa en este momento.
Y como no tengo cámara ni patineta, al menos no todavía, quise pasar por acá para cumplir al menos una de mis promesas, una con la que no he podido ser consecuente en años anteriores, pero me gustaría poder cumplir esta vez: publicar en The Vortex la lista de mis first watches favoritos del año. Anteriormente he intentado hacerlo por mes, pero así como no tengo los gadgets de un fuckboy, tampoco tengo la audacia para escribir, en abril, un artículo sobre mis películas preferidas de enero, así que esta vez lo haremos por trimestre. ¿Quizá un poco corporativo de mi parte? Puede ser, pero recuerden: ahora soy una employed girlie.
Sin nada más que agregar, aquí van, en el mismo orden en que los vi, mis first watches favoritos del Q1 del 2024, parte 1.
Jurassic Park (1993, dir. Steven Spielberg)
Esta fue mi primera película del año porque, por alguna razón, el 2024 empezó para mí con la necesidad muy específica de ver algún blockbuster de Spielberg. Jurassic Park es un clásico, duh, y lo que estoy a punto de decir tal vez me haga sonar un poco ingenua por esa razón, pero en realidad me agarró fuera de base lo mucho que me gustó esta película, lo cual, en consecuencia, me hizo extrañar la época en la que una producción gigante y sumamente popular también podía ser prácticamente perfecta.
La gente siempre lo dice y cuando has visto dos o tres películas de Spielberg puedes ver de dónde viene el comentario, aunque no deje de parecerte una generalización, pero cuando ya has visto seis o siete, entiendes que, más bien, esto es algo muy específico sobre su filmografía: todas o casi todas sus películas tienen, en el fondo, un drama familiar. Jurassic Park —aparentemente sobre un parque de dinosaurios en el que todo sale mal— no es la excepción. Son pocos los directores que podrían plantear el debate nature vs. nurture, que surge aquí cuando unos científicos buscan revivir a estas criaturas prehistóricas para el entretenimiento humano, alrededor de conflictos relacionados con el instinto paternal, la herencia familiar y los daddy issues, un vínculo que tiene todo el sentido del mundo una vez que se pone en palabras, pero que es difícil de ver cuando se cree que solo se habla de una película de dinosaurios.
Así que no es solo que Jurassic Park sea una buena película en un sentido técnico o que tenga tres actos sumamente bien estructurados y efectivos, sino que se rehúsa a tratar a su audiencia con condescendencia solo por tratarse de un blockbuster, planteando conexiones inusuales y lo suficientemente interesantes para presentar un subtexto que vale la pena seguir analizando una vez que pasa la gratificación instantánea del final feliz. ¿Cuántas son las películas millonarias de hoy en día que se atreven a hacer lo mismo?
Otras dos cosas fascinantes sobre Jurassic Park:
¿Podríamos decir que el concepto del merch nació aquí? Una cosa es presentar propiedad intelectual con potencial de comercializarse en la vida real hasta más no poder, otra cosa es introducir este tipo de propiedad intelectual al mundo y, en simultáneo, mostrar su comercialización como un hecho dentro de su propio universo de una forma tan meta. El único ejemplo reciente que se me ocurre de algo parecido es lo que hizo Greta Gerwig en Barbie (2023), en la escena en la que Mattel saca un juguete de la Mojo Dojo Casa House de Ken.
Es evidente que Spielberg puso a Jeff Goldblum en la película con el único fin de sexualizarlo. Aliado.
Priscilla (2023, dir. Sofia Coppola)
Vamos primero con lo malo: es una película de dos actos, le falta el tercero, y esto difícilmente podría pasar desapercibido. El final, sin importar el poder que tiene el needle drop de I Will Always Love You, de Dolly Parton, resulta poco satisfactorio y te deja preguntándote lo que nadie quiere preguntarse al terminar de ver una película (o en otros contextos sobre los cuales mi nueva amiga personal Carrie Bradshaw escribiría mejor): ¿eso fue todo?
Lo regular: esta no es tanto una película sobre Priscilla como lo es sobre Priscilla y Elvis. Enmarcarla en un discurso sobre la reivindicación de la esposa y su separación de la figura del rey del rock para entenderla mejor no permite establecer expectativas reales. Verla como una película sobre una niña, luego mujer, encerrada en una relación con un hombre problemático y endiosado por ella y el resto del mundo tiene más sentido. Por la cantidad de gente que se quejó de que en círculos de críticos se alabara la actuación de Jacob Elordi como Elvis Presley bajo el pretexto de que la película les pertenece a Cailee Spaeny y Priscilla Presley, llegué a pensar que él debía tener un tiempo bastante limitado en pantalla y el mundo solo estaba haciendo lo que hace mejor: reconocer el bare minimum de los hombres como lo más extraordinario que ha existido jamás. Luego la vi y comprendí que este no es el caso. De nuevo: este es un retrato de Priscilla y Elvis. Elogiar a Elordi tanto como a Spaeny es simplemente lo lógico. Y entendiéndose como una película sobre una relación con roles tan bien delimitados —abusador, víctima; adulto, niña; estrella, admiradora—, Priscilla llega a ser bastante convincente.
Pero ahora lo bueno: es sabido que Sofia Coppola es la reina de cierta estética y aunque Marie Antoinette (2006) es su magnum opus en este sentido, Priscilla marca un retorno a este goce alrededor de lo bello 17 años después, esta vez no desde la opulencia, sino desde lo acogedor y lo privado. Los objetos —discos, revistas, fotografías instantáneas, perfumes, alfombras— no son solo mostrados, son retratados. Planos que parecen bodegones se usan para representar el mundo interior de la protagonista mientras se adentra cada vez más en un reino de riqueza material y vacío emocional. Elvis le regala ropa, una pistola y un carro, como si su imagen en la portada de todo aquello que Priscilla toca, ve o colecciona no fuese suficiente, y aun así, lo verdaderamente hermoso sigue estando en la mirada con la que se nos enseñan las cosas que ella puede asimilar como propias, no en las que otros le imponen.
Priscilla puede parecer un gran montaje de imágenes. Los diálogos son pocos, pero lo que observamos es suficiente. En mi caso, nada que haya visto en los últimos años ha logrado transmitirme tan bien lo que es enamorarse y tener un corazón roto en la adolescencia como lo hace esta película, aun con sus reservas para deconstruir uno de los matrimonios más famosos y de mayor legado de la cultura pop. Al final, resulta bastante apropiado que en la historia de una mujer que tuvo que fabricar una imagen para ocupar un espacio en Graceland, lo visual y lo material no sean simple decoración, sino puro storytelling.
Algunos la amaron, otros la odiaron. A mí me encantó. Y mientras más tiempo pasa, la recuerdo aun mejor. Ya quiero verla de nuevo.
The Holdovers (2023, dir. Alexander Payne)
Si hay algo que aprecio, es cuando una película que está ambientada en o toma inspiración de los setenta usa una canción de Cat Stevens. Solo así sabes qué tan en serio se toma las referencias que usa. Con esto quiero decir, por un lado, que The Holdovers realmente apunta al mayor parecido posible con la estética de esa década, algo que suena fácil, pero que si lo fuese, Daisy Jones & The Six no se hubiese visto como se vio. Y por otro lado, que esto pone The Holdovers en una categoría compartida con Harold and Maude (1971) y Rushmore (1998), algo que me hizo apreciar incluso más esta película — Bud Cort, Jason Schwartzman y Dominic Sessa, los tres representantes oficiales del género de adolescentes de entornos privilegiados que están lidiando con la ausencia física o emocional de sus padres y encuentran un refugio en otro adulto que les enseña una o dos cosas sobre la vida para que puedan seguir adelante siendo su versión más auténtica a pesar de los horrores de la existencia y el peso de la pérdida.
Ese fue el sentimiento con el que me dejó The Holdovers y la razón por la que me gustó tanto. El final es agridulce: las condiciones de vida de los tres personajes principales no mejoran para el momento en que nos despedimos de ellos, sus carencias persisten y quizá lo hagan para siempre, pero existe, de todos modos, la esperanza de que tal vez, a pesar de ello, puedan estar en un lugar mejor algún día, lo que la hace básicamente la película de Navidad perfecta para el adulto que ha vivido lo suficiente para saber que, más que los regalos, lo que abunda en esas fechas es la nostalgia y aun así cada año decide no rendirse.
Bottoms (2023, dir. Emma Seligman)
La segunda película de Emma Seligman no es, ni de cerca, mejor que la primera, Shiva Baby (2020), pero no por eso deja de ser divertidísima o pierde potencial de rewatchability. Para ser honesta, creo que podría ver Bottoms mil veces y es por eso que la traigo a esta lista. Por eso y porque tener a Rachel Sennott y Ayo Edebiri protagonizando juntas no solo me parece una absoluta genialidad, sino el pico de la comedia de mi generación.
Si el 2023 nos dio un nuevo clásico de Navidad con The Holdovers, también nos dio una high school comedy que merece entrar en el panteón del género con Bottoms. El tercer acto es la parte más débil y sin duda habría sido genial que el final estuviera al mismo nivel que el resto de la película para sentir que esta está todo el tiempo en su punto más alto, pero incluso cuando no es así, prevalece la impresión de que todas las personas del elenco están tomando las decisiones más absurdas y cómicas posibles para alimentar una dinámica que funciona muy bien en pantalla y hace que la audiencia la pase genuinamente bien por una hora y media.
Birth (2004, dir. Jonathan Glazer)
Antes de dar un discurso bastante normal y ético en los Óscar por su victoria con The Zone of Interest (2023), lo peor que había hecho el director Jonathan Glazer para muchos había sido crear la ilusión de que Nicole Kidman estuvo alguna vez desnuda en una bañera con un niño de 10 años. Para otros tantos, había sido darle una peluca infame a Nicole Kidman. De una u otra forma, el nombre de Glazer ya era controversial gracias a Birth y precisamente de ahí vino la curiosidad que me hizo decidir verla.
Es de mi agrado informarles que ya puedo decir con propiedad que ofenderse por esta película es una estupidez. Es perturbadora, sí, pero se supone que lo sea: es una historia de fantasmas que se pregunta hasta qué punto somos capaces de llegar y de qué estamos dispuestos a convencernos en nombre del duelo, la incomodidad es inevitable. La pérdida desarma y puede aniquilar tu sistema de valores y creencias, es completamente irracional y te convierte en alguien que jamás pensaste que serías.
Parcialmente inspirada en Rosemary’s Baby (1968), Birth es una película de atmósfera fría —literal y figurativamente— que te deja con el malestar de la incertidumbre y el presentimiento de que, de haber estado en la misma posición que los personajes, no habrías actuado mucho mejor. Así como no podemos juzgar a Rosemary por sucumbir ante el instinto maternal, tampoco podemos condenar a Anna (Nicole Kidman) por creer que su esposo ha reencarnado. Hay fuerzas que predominan sobre la lógica. La vida es impredecible; la muerte, un misterio.
Amarcord (1973, dir. Federico Fellini)
Debería ser obligatorio que los grandes directores hagan una película autobiográfica sobre su etapa más formativa, eso es, claro, si no asumimos que todas las películas son, en mayor o menor grado, autobiográficas. Así como Spielberg no puede evitar incluir elementos de su vida familiar en su trabajo, Fellini rara vez pudo resistirse a plasmar su realidad en su obra. Que no eran autobiográficas sus películas, llegó a insistir. Que había inventado todo, explicó. Pero la cuestión con Fellini es que podía sumergirte en un mundo en el que todo era verdad y mentira al mismo tiempo. Una cosa no anulaba la otra.
Amarcord se siente precisamente así. Basada en la adolescencia del director y su amigo de la infancia en un pueblo italiano en los años 30, en pleno auge del fascismo, la película funciona como un recuento nostálgico de eventos pasados —su título literalmente significa “yo me acuerdo”— y, también, como la recolección de puntos clave de un largo sueño febril. Al igual que sucede con 8½ (1963), la idea aquí no es descifrar qué pasó y qué no, sino abrazar la maleabilidad de la memoria. Aquello que imaginamos existe y existe porque lo imaginamos. Con sus personajes caricaturescos y su retrato de un pueblo en el que la cotidianidad es un gran carnaval, Amarcord presenta lo que se siente como una fantasía que no puede, por muy disparatada que sea, escapar del elemento autobiográfico.
P. D.: También es la película más italiana que van a ver en sus vidas.
Poor Things (2023, dir. Yorgos Lanthimos)
A estas alturas, creo que ya todo el mundo sabe que amé esta película tanto como Bella Baxter amó los pastéis de nata. Un artículo, un cineforo y una recomendación en otro newsletter después, paso por aquí para dejar su registro oficial entre mis first watches favoritos y para hacer justicia a mi intención inicial de escribir sobre las ceremonias de premios con un breve comentario: todavía me siento incrédula y emocionada cuando recuerdo que Emma Stone se ganó el Óscar a mejor actriz por Poor Things.
No es solo su vestuario —del cual podría pasar días hablando, si me dejaran hacerlo—, son también su diseño de producción, el score de Jerskin Fendrix —es absurdo que este haya sido su debut como compositor cinematográfico—, su fotografía, la comedia, todo. Solo el plano inicial, con un azul que se desborda e inunda y con música que sugiere que nada es realmente lo que parece, se ha convertido en uno de mis momentos favoritos del cine. Imagínense cómo me siento sobre el resto de la película.
No prometo que esta sea la última vez que escriba sobre ella.
Y como hice la última vez que intenté compartir por acá todo lo que veía en el año, también les dejo tres canciones que escuché compulsivamente en este primer trimestre:
Vampire Weekend - Classical
Estuve un poco supersticiosa con el nuevo álbum de Vampire Weekend hasta que sacaron este single y de repente todo sobre esta era encajó para mí. Lo que empezó siendo un amor por Classical ahora ha desembocado en una obsesión con el disco entero. No puedo dejar de escucharlo.
Rilo Kiley - With Arms Outstretched
Antes había intentado escuchar Rilo Kiley y aunque conectaba con algunas canciones, no podía sentirme sobre ellos como veía que otros lo hacían. Pues por alguna razón eso cambió por completo y desde ya puedo decirles que uno de mis artistas más escuchados del Spotify Wrapped 2024 será esta banda. With Arms Outstretched es solo una de sus muchas canciones que no me sueltan el brazo.
Brian Eno, John Cale - Lay My Love
Descubrí el álbum al cual pertenece esta canción recién empezando el año y ahora agradezco todos los días su existencia. Con tanto discurso online en la actualidad sobre lo que es vivir “yearning” —mi cultura no es su disfraz—, no sé cómo no hemos hecho Lay My Love nuestro nuevo himno. Esta letra es lo que verdaderamente significa estar enamorado del amor.
Eso es todo por hoy. ¡Nos vemos muy pronto para la parte 2 de mis first watches favoritos del Q1 del 2024! Y recuerden que la mejor promesa es la que se cumple. No caigan en las garras —¿telarañas?— de Peter Parker.