¿Se acuerdan de cuando el año pasado dije que escribiría sobre las películas que veía cada mes y recomendaría mis favoritas? ¿Recuerdan cuando empecé a hacerlo, pero al final solo escribí sobre las que vi en enero, febrero y marzo, y me hice la loca, como quien dice, con el resto de los meses? Yo sí, y a eso le llamo el dulce sabor de ser muy dura conmigo misma y no saber cómo no juzgarme por haber dejado eso por (menos de) la mitad a pesar de que quizá a los demás no les importe demasiado. Se siente maravilloso, gracias por preguntar.
La verdad es que escribir de manera constante el año pasado se me hizo bastante difícil, como probablemente ya sepan, y encontrar el tiempo y la energía para ver películas no fue precisamente más fácil. En un principio, la pausa indefinida de estos artículos se debió a lo primero, pero luego el año fue avanzando y un día me di cuenta de que en tres meses solo había visto tres películas en total, lo cual sin duda no me dio mucho material del cual escribir, así que terminé dejándolo ir — aunque no realmente porque, bueno, lean el primer párrafo.
Sin embargo, a diferencia del hiatus de One Direction que cambió vidas y traumatizó a una generación en el 2015, el mío sí ha llegado a su fin y regresé para presentarles mis películas favoritas que vi en enero, en el mismo orden en que las vi. Digan que es el falso sentimiento de reinicio que viene con un año nuevo, pero por los momentos estoy comprometida con ver películas seguido, ser un poco más constante con la escritura y retomar el hábito de la lectura. Deséenme suerte y disfruten de esta lista:
Top Gun: Maverick (2022, dir. Joseph Kosinski)
¿Les sorprende ver esta película aquí? ¡Puro prejuicio y machismo!
Mentira, a mí también me sorprende. Por un lado, es cierto que la acción y los aviones no son necesariamente mis principales temas de interés —ugh, los prejuicios machistas ganaron hoy—, pero más allá de eso, lo que lo hace más difícil de creer es mi profundo desagrado por la Top Gun de 1986 — su única salvación: las chaquetas icónicas, el homoerotismo presente de principio a fin y la decisión camp de poner Take My Breath Away en casi todas las escenas.
Aun con este antecedente, me dejé llevar por el hecho de que Tom Cruise fue el héroe que salvó el cine en el 2022 y terminé viendo Top Gun: Maverick para descubrir que, en realidad, it rocks. ABAJO LOS PREJUICIOS MACHISTAS, ARRIBA LADY GAGA, EL MOVIMIENTO DE HOMBROS DE MILES TELLER Y EL ÚNICO HOMBRE POR EL QUE ESTOY DISPUESTA A HACERME LA VISTA GORDA SOBRE LA CIENCIOLOGÍA.
Han pasado casi cuarenta años desde Top Gun y el tiempo no ha despojado a Maverick (Tom Cruise) de su naturaleza desafiante, esa que antes lo conectaba con la irresponsabilidad de quien cree que vivirá por siempre, pero ahora sirve como recordatorio de la fragilidad que lo hace humano. Con la madurez, también viene el entendimiento de que existir es estar a un paso de la pérdida, y en esta película nos encontramos con un protagonista que conoce el precio de romper las reglas.
La cultura de los remakes y los revivals, a pesar de ser un veneno para el cine de hoy en día, anotó unos puntos con Top Gun: Maverick, una película que toma una prescindible primera entrega como punto de partida para cuestionarse sobre el paso del tiempo, la mortalidad, el duelo, las amistades masculinas, el peso de la culpa y el valor del hombre en una era en que la humanidad parece ser cada vez más reemplazable.
Cha Cha Real Smooth (2022, dir. Cooper Raiff)
El internet me va a odiar por esto, pero tengo que admitir que la primera vez que realmente disfruté de la actuación de Dakota Johnson en una película fue con Cha Cha Real Smooth. No es que antes de verla no me gustara como actriz —lo hace muy bien en The Lost Daughter (2021), por ejemplo—, pero no terminaba de conectar con ella más allá de su iconicidad como nepo baby y Ellen Degeneres-slayer.
Cha Cha Real Smooth es la hija de las obras indie de los 2000 dirigidas por hombres sobre otros hombres perdidos que vuelven al lugar en donde se criaron y de repente encuentran su propósito con ayuda de una mujer quirky y diferente a ellos. Sin duda, el mundo ha avanzado y superado la necesidad de películas como Garden State (2004) o Elizabethtown (2005), pero sería tonto creer que a pesar de sus problemas, este género no tiene su encanto, y precisamente eso es algo que Cha Cha Real Smooth parece rescatar.
No es una película perfecta ni la reinvención definitiva de los hombres de caras largas y las manic pixie dream girls. Sin duda, hereda algunas de las fallas de sus predecesoras —la manera en que es una película cuyo interés central son las relaciones que establece el protagonista con otros y aun así muchas veces se queda en lo superficial de estos vínculos y personajes es una de ellas—, pero logra ir un poco más allá, con mayor empatía y honestidad.
Precisamente es ese carácter más humano el que hace que esta película funcione a pesar de las cosas que no lo hacen y que, además, le permite a Dakota Johnson dar una actuación que se siente muy genuina y sutil, en sintonía con las de Cooper Raiff —a quien ahora le tengo unos celos enormes porque resulta que tiene mi edad y esta es la segunda película que dirige— y Vanessa Burghardt.
En general, el cine definitivamente ha visto mejores historias sobre recién graduados de la universidad que no saben hacia dónde ir, pero Cha Cha Real Smooth es wholesome del modo en que pocas películas lo son y por suerte se atreve a preguntarse qué pasaría si una película dominguera fuese mejor que la película dominguera promedio.
West Side Story (1961, dir. Robert Wise y Jerome Robbins)
No le recomendaría West Side Story a la gente aburrida que se declara hater de los musicales sin ningún tipo de vergüenza —dije lo que dije—, pero afirmaría con total convicción que la gente aburrida que se declara hater de los musicales sin ningún tipo de vergüenza se está perdiendo de una joya cinematográfica.
En la que debe ser la movida más predecible del año para una persona que siente por Stephen Sondheim el tipo de afecto que le tendrías a tu abuelo gay y noble, amé la música de West Side Story, por lo que terminé escuchándola por unos cuantos días luego de ver la película y sintiéndome como una theater kid (despectivo), aunque no más que cuando guardé luto por la muerte de Sondheim. De baile, admito, no sé nada, pero la coreografía de Jerome Robbins no dejó de parecerme una cosa alucinante, por no hablar de que logra un objetivo que probablemente habría sido imposible en otras manos (pun intended): rebrandear un chasquido de dedos como un gesto intimidante dentro de la cultura callejera. Por supuesto, estos son atributos teatrales y esa es precisamente la fortaleza de una obra como esta, pero también es importante notar que una de las cosas que hace que haya valido la pena su adaptación cinematográfica es su fotografía, la cual en varios momentos me hizo preguntarme si estaba viendo la película más bella del mundo.
Seguro, es debatible la ligereza con la que se tratan conflictos raciales en ciertos momentos de la película; sin embargo, al final, esto sirve de testamento de una época no tan lejana, pero ciertamente diferente a la actualidad. Después de todo, estamos hablando de un musical de los sesenta, previo a la decadencia con la que Hollywood empezó a retratar la realidad americana una década después, y aun así West Side Story hace un esfuerzo por poner temas duros sobre la mesa.
En fin, incluso con actores blancos interpretando a puertorriqueños en brownface y Natalie Wood forzando sus erres para que nos creamos que se llama María, West Side Story es una película maravillosa que no esperaba que me gustara tanto como me gustó.
Fatal Attraction (1987, dir. Adrian Lyne)
Una vez que entras al mundo de los thrillers eróticos con Michael Douglas, es muy difícil salir de él. Aún recuerdo el día que Basic Instinct (1992) me cambió la vida, haciendo que ver Fatal Attraction se convirtiera en una nueva, pero bienvenida obligación, así que finalmente, aquí está, en esta lista, porque por supuesto que entraría — ¿que si quise que esa última oración tuviese doble sentido solo porque estoy hablando de thrillers eróticos y al parecer tengo 14 años? Por supuesto.
Algo que me encantó sobre Fatal Attraction es que sí, como la gran mayoría de las representantes de este género, puede ser un poco o bastante camp de vez en cuando, pero aun así, es una película muy bien hecha. “En un sentido es correcto decir: ‘es demasiado bueno para ser camp’. O ‘demasiado importante’, no lo bastante marginal (...) Muchos ejemplos de camp los constituyen cosas que, desde un punto de vista ‘serio’ son mal arte o kitsch. No todo, sin embargo”, decía Susan Sontag, y esto fue algo en lo que Fatal Attraction me hizo pensar. Para mí, es el tipo de película que entraría en ese “no todo” al que se refería la escritora.
Adrian Lyne definitivamente looked camp right in the eye cuando hizo esta película, con momentos en los que Michael Douglas lucha para abrir su paraguas bajo la lluvia y pareciera que se estuviera masturbando, pero también supo manejar muy bien el suspenso que eventualmente termina en una resolución que lleva la ansiedad al límite, dejando, además, referencias inteligentes en el camino, como la copia de The Man Who Mistook His Wife for a Hat que sale junto al personaje de Glenn Close en una escena en la que el hombre con el que se obsesiona habla con su esposa por teléfono, con las palabras “Man” y “His Wife” resaltando más que las otras en el título de este libro de psicología que sirve, también, para alertarnos sobre los problemas mentales de esta mujer.
Quizá no sea la obra maestra que es Basic Instinct —amo Basic Instinct con mi alma— y tenga algunos huecos que no me dejan dormir —¿QUÉ PASÓ CON EL TRABAJO DE ALEX? ¿DE DÓNDE SALE LA PISTOLA?—, pero Fatal Attraction es una gran película con una buena carga de Glennergy que además sirve para ejemplificar lo que fue la moda de los ochenta, con una escena en la que Glenn Close corre por el parque, juega con el perro, se lanza a la grama y lucha con Michael Douglas sin quitarse su blazer perfecto. No creo que pueda superar eso jamás.
Mysterious Skin (2004, dir. Gregg Araki)
Estaba pensando en qué escribir sobre Mysterious Skin y de repente me vino Aftersun (2022) a la cabeza. No es que sean películas sobre temas parecidos, pero creo que hacen una exploración de la memoria desde un espacio compartido, ese del adulto que debe revisar y ordenar las gavetas de su infancia para darle sentido a la persona en la que se convirtió, para encontrar, para reinterpretar.
Mysterious Skin es una película cuya trama se desencadena a partir de un suceso grave y violento. Sus protagonistas son dos adolescentes de 18 años que tratan de desmenuzar una experiencia compartida en busca de un significado, cada uno a su manera, envolviendo al espectador en la subjetividad con la que completan una historia que ninguno comprende del todo.
Recordar es proyectar. Como dice Greta Gerwig, el storytelling es un derecho con el que nacemos, está inscrito en el lenguaje, y en nuestra memoria está la realidad con la que en algún punto decidimos quedarnos. “La verdad tiene estructura de ficción” — y esa ficción en Mysterious Skin se siente como un sueño inquietante, de esos que siguen susurrándote al oído a la hora de la cena.
El tratamiento que hace del trauma y esa atmósfera que logra sentirse onírica de la forma más decadente posible son dos de las cosas que más me gustaron de esta película que logra balancear la sutileza y la crudeza para retratar un evento realmente horrible de una manera honesta, sin perderse en el señalamiento de lo horrible que fue, sino dejando que la misma dificultad que tienen los personajes para articular sus consecuencias hable por sí sola.
Vortex (2021, dir. Gaspar Noé)
Si hay un género del cine que odio es el que fortalece mi miedo a envejecer, pero no aprendo y termino viendo películas como Vortex —momento meta: ¡están leyendo sobre Vortex en The Vortex! Charlie Kaufman quisiera—, cuyos protagonistas son una pareja de ancianos que se enfrentan a la demencia senil y a la desgarradora pérdida de la autosuficiencia.
Vortex es una película densa, difícil de ver, pero eso no es sorpresa cuando sabes que se trata de algo dirigido por Gaspar Noé. Sin embargo, lo que me encantó sobre ella es que a pesar de abrumar por los temas que trata y contar con escenas larguísimas y un ritmo pausado —parecido al de la cotidianidad cuando tus días no consisten en más que trabajar en un manuscrito, ir a la farmacia y regar las plantas—, no se hace aburrida; si acaso, te hace sentir demasiado.
Sería imposible para mí hablar de esta película sin notar sus actuaciones. El trabajo de Dario Argento y Françoise Lebrun, como la pareja protagonista, y Alex Lutz, en el papel de su hijo, me quebró. Como alguien que siempre ha usado el dato curioso de que tiene “papás viejos” —aunque los míos sean aproximadamente diez años más jóvenes que los de la película, por ahora— para presentarse, el realismo de estas interpretaciones me hizo sentir que observaba a una familia ajena, mas no totalmente lejana, en sus momentos más vulnerables.
La vejez —o lo que es lo mismo: la vida y su recta final— no es un camino fácil de transitar. Una etapa caracterizada por la enfermedad y el descuido, y en algunos casos, la soledad y el arrepentimiento, suele traer consigo una sensación de injusticia. La pérdida de capacidades se traduce en la pérdida de control. Llega el día en que no puedes tomar tus propias decisiones, ni siquiera puedes darle una orden a tu cuerpo, y es injusto y doloroso para todos los involucrados. Vortex no hace nada para aliviar esa aflicción, y es precisamente por ello que triunfa.
I’ve Heard the Mermaids Singing (1987, dir. Patricia Rozema)
Hay algo sobre el encanto particular de las películas en las cuales es fácil reconocer debilidades que sabotean lo que tenía el potencial de ser mucho mejor y aun así no puedes evitar amarlas. Es una sensación que, para mí, ya prácticamente forma parte de la experiencia de ver cine independiente y la última película que me reencontró con ella fue I’ve Heard the Mermaids Singing.
Se puede hacer la lectura de que hay demasiadas ideas y mucho talento detrás de esta película, tanto que en ocasiones no se sabe qué hacer con esto. Es por ello que resulta imposible terminar de verla sin desear, genuinamente, que fuese mejor. De todos modos, mentiría si dijera que un problema así, en este caso, no alimenta la propia naturaleza quirky de I’ve Heard the Mermaids Singing y su protagonista.
Esta da la impresión de ser una película desordenada y aunque eso en sí es una falla, también es un defecto hecho a la medida para Polly Vandersma (Sheila McCarthy), quien desde el inicio se describe a sí misma como “organizacionalmente discapacitada”. Es cómico, es el eufemismo perfecto, y también sirve para entender la base sobre la que se desarrolla la obra de Patricia Rozema. Este es un personaje sin dirección, una mujer que está contenta haciendo lo que sea que tenga que hacer para pasar el rato, no hay una aspiración más grande, no se necesita más nada. Eso es, claro, hasta que un día el anhelo —el anhelo de ser buena en algo, el anhelo de ser vista, el anhelo de ser amada— la toma por sorpresa y entonces comienza a experimentar las complicaciones que trae el deseo consigo, lo cual implica, como siempre, más desastre.
I’ve Heard the Mermaids Singing es la paciente cero de la discapacidad organizacional, pero como a la protagonista a la cual infecta con esa misma condición, es imposible no quererla y reconocer que hay algo adorable en el caos. ¿Qué les puedo decir? Esta es una película que me hizo sonreír, al igual que a los otros personajes que conocen a Polly: sin saber muy bien por qué.
Yyyyyy volvimos.
Para que quede claro que volví les dejo esta foto de Ben Affleck —mi invitado de los Grammy favorito— que salió el día de hoy con el tráiler de su nueva película, porque ningún artículo de The Vortex está realmente completo sin algo referente al mejor integrante del dúo de besties de Boston:
Antes de irme, pensé que sería divertido, también, incluir las canciones que más escuché en enero. A diferencia de las películas, estas no son necesariamente descubrimientos del mes, pero sí música que me acompañó en esos días:
Ethel Cain - Thoroughfare
Es una canción perfecta y no lo voy a debatir.
Además tiene esta parte que me rompe el corazón y odio entender demasiado bien:
But in these motel rooms
I started to see you differently, oh
'Cause for the first time since I was a child
I could see a man who wasn't angry
LCD Soundsystem - new body rhumba
Me veo en la obligación de pedir que absolutamente todas las películas de Noah Baumbach tengan una canción original de LCD Soundsystem de ahora en adelante.
¿Qué es esto? ¿La mejor canción del mundo?
Trent Reznor y Atticus Ross - The Great Wide Open
Lo que necesitan saber es que estoy a punto de tatuarme el código QR del soundtrack de Bones and All en Spotify. No sé qué decirles, esa película es mi nueva personalidad y la música es una de las cosas más bellas que tiene, y eso es mucho decir.
The Great Wide Open, I’m With You (Always) y (You Made It Feel Like) Home son mis favoritas del soundtrack. Cuál de esas prefiero depende del día.
Queen y David Bowie - Under Pressure
Sí, soy una Aftersun girly, debieron saberlo cuando la mencioné más arriba.
Aún estoy navegando mis sentimientos sobre la película, pero lo que puedo declarar de una vez es que lo que hace con esta canción me parece magistral. Si me dijeran que toda la narrativa se construyó alrededor de ella, lo creería.
Y en caso de que sientan curiosidad, estas son las otras películas que vi en enero que no llegaron a esta lista: White Noise (2022), Raiders of the Lost Ark (1981), It’s Complicated (2009), Blonde (2022), The Menu (2022), Bros (2022), The Big Wedding (2013), Stardust (2007), M3GAN (2022), Elvis (2022), Maid in Manhattan (2002), Highball (1997).