¿Por dónde empezar a hablar de los últimos dos meses? ¿Cuántos castings de Barbie y Oppenheimer han sido anunciados en ese tiempo?
La cachetada que le dio Will Smith a Chris Rock en los Óscar ya se siente como un suceso de la antigüedad que curiosamente sobreviví, a pesar de que, por ser conocida como tu-amiga-la-que-sabe-de-cultura-pop, todo tipo de gente me llegó a preguntar qué opinaba sobre lo ocurrido y los sucesos posteriores: “¿viste que Will Smith está betado de los Óscar por diez años?”, “¿qué piensas de que Will Smith haya renunciado a la Academia?”, “¿crees que le vayan a quitar el Óscar a Will Smith?”.
Fueron días oscuros y ciertamente no recomiendo la experiencia de estar en un carro con mis papás mientras hablan del tema o de ir a la playa en Semana Santa solo para escuchar a los del toldo de al lado discutiendo el suceso a profundidad y hasta teniendo conocimiento sobre los tweets que hizo Jaden Smith después de los Óscar, así que desde mi muy humilde posición, les pido a los famosos que no vuelvan a hacer algo así jamás porque no creo que la voluntad para soportarlo esté en mí.
Por otro lado, hay un tema del cual, en realidad, me parece que no se habló lo suficiente: Jennifer Lopez y Ben Affleck están comprometidos. Sinceramente, creo que estamos en la obligación de agradecerle a esta pareja por darnos tanto, porque no solo individualmente se han encargado de regalarnos algunos de los momentos y memes más emblemáticos de la cultura pop en años recientes —JLo con su challenge fallido de Love Don’t Cost a Thing, Ben recibiendo a Ana de Armas con una franela que tenía una frase de slang cubano, JLo en el halftime show del Super Bowl, Ben y su obsesión compulsiva con Dunkin’ Donuts, JLo haciendo una rutina de striptease al ritmo de Fiona Apple en Hustlers, Ben con su tatuaje en la espalda de un ave fénix gigante, JLo convirtiéndose en la embajadora oficial del nude lipstick, Ben botando un cardboard de Ana de Armas de tamaño real luego de que terminara con ella, Ben fumando como si cargara el peso del mundo sobre sus hombros, Ben manejando una moto que le regaló Ana de Armas por su cumpleaños y, honestamente, Ben siendo Ben—, sino que juntos representan el regreso definitivo de los dos mil y personifican lo absurdo, divertido e imprudente que puede ser volver con tu ex de una forma que te hace pensar “todas las celebridades deberían comportarse como celebridades”.
La verdad es que simplemente soy una persona que ama el messy celebrity behavior —excepto cuando la gente lo convierte en algo demasiado serio y actúa como si una cachetada no solo fuese el fin del mundo, sino una excusa para hacer comentarios racistas y misóginos—, lo que también explica por qué me obsesioné con el hecho de que Olivia Wilde recibiera los papeles de custodia por parte de Jason Sudeikis justo cuando presentaba su nueva película, Don’t Worry Darling, en el CinemaCon.
Lamento esto que voy a decir porque seguramente la dirección de Wilde y las actuaciones de Florence Pugh y Harry Styles no merecen este comentario, pero estoy segura de que el video de ella recibiendo el sobre —el cual, al parecer, ha sido borrado de la faz del internet— es una mejor película que Don’t Worry Darling. Aun sabiendo lo que iba a ocurrir, esta obra de arte audiovisual me hizo sentir intriga, miedo y pena ajena, y después de esa montaña rusa de emociones, también me hizo reír. ¿De cuántas películas se puede decir eso? Y más importante: ¿cuántas películas despiertan chistes como “oh, we worrying, darling” —créditos a Hunter Harris— o “she came to serve, but in the end she got served”?
Sin embargo, de vez en cuando, una celebridad hace algo messy que no me encanta para ponerme los pies sobre la tierra otra vez y recordarme que hay cosas que simplemente no están bien ni lo estarán jamás. Por supuesto, estoy hablando de la indecencia del señor Timothée Chalamet cuando tuvo la audacia de besarse con una mujer que no soy yo en Coachella. Aunque la traición fue menor que la de la vez que tuvo sexo con Eiza González en una piscina delante de todo el mundo, el cuchillo sigue estando en mi espalda. Pagarás, Timothée Chalamet.
Las únicas personas messy a las que quiero ver besándose sin arrepentimientos son Kourtney Kardashian y Travis Barker, quienes están viviendo su adolescencia a los 43 y 46 años, respectivamente, y eso es algo que admiro. ¿Es necesario que vayan a una parrilla familiar en casa de Kim Kardashian solo para besarse y frotarse? No, pero no puedo negar mi atracción hacia el caos de esta escena. Hay muchas razones por las que me parece que The Kardashians es lo máximo hasta ahora, pero sepan que el compromiso que tiene esta pareja con ser los invitados más indeseables en cualquier entorno es probablemente la más fascinante de ellas.
Al final del día, está en mi ADN celebrar el amor, aun cuando este me hace sentir la envidia que me provocó la entrevista en la que Suki Waterhouse dijo que la cultura dump him puede ser tóxica y la masculinidad es “yummy”, porque, obviamente, eso dices cuando tu novio es Robert Pattinson. A estas alturas, más que tener un novio, lo que quiero es experimentar la supuesta masculinidad yummy, la que en mi tiempo libre imagino que consiste en Robert Pattinson haciendo los chistes más tontos del mundo, apoyando tu carrera —no solo como cantante, sino como actriz, si tomamos en cuenta que este hombre está a punto de hacer simbiosis con una gorra de Daisy Jones & The Six, serie en la que va a salir Suki—, acompañándote a ver reality shows basura y siendo la persona que te toma estas fotos para que puedas mantener la estética caótica de tu Instagram:
Supongo que la masculinidad yummy también puede verse como el bigote de Paul Mescal en la Met Gala, porque sus fotos en el evento de moda favorito de Twitter hicieron que uno de los novios más recientes de internet pasara de importarme poco a parecerme un hombre digno de llevar la batuta en el movimiento por la aceptación de la superioridad del bigote. Phoebe Bridgers merece.
Y yo también, la verdad. Yo también merezco y quizá bajo esa creencia fue que en algún punto de los últimos dos meses se me ocurrió abrir Bumble por primera vez en mi vida. Déjenme decirles que lo que empezó como una búsqueda por la masculinidad yummy terminó convirtiéndose en un experimento social en menos de 10 minutos, porque así de rápido me di cuenta de que el máximo provecho que le podría sacar a la aplicación era el de confirmar mis peores sospechas sobre los hombres. Al final, solo resistí 3 días allí, los cuales me dejaron un gran descubrimiento: los hombres necesitan urgentemente la inauguración de una escuela de coqueteo.
Si pones en tu perfil que te gusta el cine, un hombre realmente va a pensar que es una buena idea interactuar por primera vez contigo diciéndote algo como “vi que eres fan de las películas, yo soy el doble de fan”, solo para terminar refiriéndose a Jim Carrey como “Jimbo” y respondiéndote cuál es su película favorita —es Pulp Fiction, por cierto, y créanme aunque tanto estereotipo parezca inventado— sin que en ningún momento se le ocurra devolverte la pregunta porque simplemente no te ve como una persona y, por lo tanto, no le importan tus intereses.
Si, por suerte, otro hombre sí te ve como una persona y dice haber leído tus artículos antes, puede que cuando le preguntes cuáles, te hable, más bien, de lo mucho que le gustaron los que escribió alguien más. O puede pasar que haya otro hombre que te pregunte cuál es tu Instagram y que, cinco minutos después, sin siquiera haber esperado tu respuesta, te diga “ya te busqué, jeje” y empiece a seguir no solo tu cuenta, sino la del lugar en que trabajas.
A todas las personas que han interactuado con hombres en estas aplicaciones de online dating: las observo, las admiro y las respeto. Dios sabe que estos intercambios, sumados a la experiencia de encontrarme a un amigo de mis jefes que va con regularidad a la oficina, a un niño de mi colegio que resulta que ahora es un hombre que conserva la misma cara de niño con la que lo recuerdo, a uno de los mejores amigos de mi ex cuya energía jamás dejará de ser shady para mí y a otro que siempre pensé que era guapísimo en secreto y con quien me prohibí hacer match, no me permitieron ni llegar a la semana en Bumble. Si la masculinidad yummy realmente existe fuera de la cama de Suki Waterhouse, me tocará encontrarla por otras vías.
Creo que finalmente estamos más o menos al día y podemos entrar en materia, es decir, la verdadera razón por la que este correo está hoy en su bandeja de entrada: como lo prometí, estoy usando The Vortex para recomendar y hablar un poco sobre las películas que veo este año. Sin embargo, nunca dije que lo haría a tiempo, así que es por eso que les doy la bienvenida a mis películas favoritas de febrero y marzo, en mayo.
The Shop Around the Corner (1940)
¡Sorpresa! La persona que no podía parar de incluir películas de Ernst Lubitsch en su artículo de first watches favoritos de enero empieza el de febrero y marzo con otra película de Lubitsch. En mi defensa, The Shop Around the Corner, además de haber sido dirigida por él, también fue protagonizada por uno de los actores más carismáticos que ha existido jamás, aka James Stewart, lo que quiere decir que se trata de algo que no solo tenía que ver, sino que inevitablemente terminaría aquí una vez que lo hiciera.
Ahora bien, si hubiese sabido lo siguiente, quizá la habría visto incluso más rápido: The Shop Around the Corner sirvió de inspiración para You’ve Got Mail (1998). Sí, Tom Hanks y Meg Ryan enviándose correos en el auge de la fascinación noventera con el internet pudieron correr solo porque James Stewart y Margaret Sullavan mandándose cartas anónimas en una película de 1940 caminaron primero. De esto me enteré a los pocos minutos de haber empezado a ver The Shop Around the Corner, cuando todo me sonaba demasiado similar y la ansiedad del será-o-no-será en mi cabeza me obligó a pausar la película para confirmar mis sospechas con una búsqueda en Google — un saludo a mis girlies que no tienen paciencia y además necesitan validación externa de su propio criterio, estoy con ustedes.
The Shop Around the Corner es una película bellísima que me hizo preguntarme cómo es que antes pensaba que James Stewart era completamente encantador si no lo había visto en este rol aún. Su actuación aquí es todo lo que popularmente se ama sobre el cliché de enemies to lovers: la actitud detestable y el deseo romántico del personaje están ahí, lo amas y lo odias, y básicamente te hace pensar que ningún actor aparte de él ha sabido ni sabrá asumir un papel como este. Como Alfred Kralik, James Stewart alcanza la que creo que es su versión más atractiva-tierna, sumando a las razones por las que The Shop Around the Corner es una película altamente disfrutable que al mismo tiempo te arruina todas las otras películas de enemies to lovers.
Strike! (1998)
Ah, sí, el famoso género de los noventa y principios de los dos mil: películas sobre la feminidad, la amistad entre mujeres y/o el empoderamiento femenino protagonizadas por Kirsten Dunst. Cuando se piensa en ellas, suele hablarse principalmente de Little Women, The Virgin Suicides o Bring It On, con toda la razón del mundo, pero se deja de lado Strike! o All I Wanna Do o The Hairy Bird, como prefieran decirle a esta película de cuya existencia es difícil enterarse no solo porque tiene tres nombres distintos, sino porque básicamente nadie la aprecia ni habla sobre ella.
Existe un humor muy específico que te hace querer ver una película adolescente noventera-dosmilera. No sé cómo explicarlo, solo sé que un día te despiertas y tienes la necesidad de pasar dos horas viendo algo ligeramente —o bastante— trashy y sumamente entretenido, así que pones una película que sabes que no te sorprenderá, pero que de igual forma disfrutarás y satisfará a la parte de ti que siente nostalgia por una época en la que lo irreverente y absurdo también era divertidísimo, sin la necesidad de ser realmente bueno. Strike!, como la llamaré en este artículo, es una opción perfecta para cuando este humor se apodera de ti, con la ventaja de que, en realidad, sí te sorprende por todas las razones correctas.
Strike! es divertida; tiene buenas actuaciones; ofrece una perspectiva entretenida de la adolescencia y la sexualidad femenina, diferente a lo que usualmente (no) se mostraba en las películas de esta época; y tiene un cast icónico: no solo es lo máximo que Kirsten Dunst esté involucrada, sino que también lo están Rachael Leigh Cook, otra reina de las teen movies noventeras y dosmileras; Heather Matarazzo, a quien obviamente amamos gracias a The Princess Diaries (2001); Merritt Wever, quien rompió el internet hace un par de años gracias a su comedic timing en Marriage Story (2019); y Gaby Hoffmann, quien recientemente estuvo perfecta en C’mon C’mon (2021), película por la que la amaré por siempre. Y, si como yo, son fans de Mad Men, déjenme decirles que aquí también van a poder ver a Vincent Kartheiser, aka Pete Campbell, cuando era apenas un bebé de 18 años.
Smooth Talk (1985)
Lo maravilloso de ver películas sin saber de qué se tratan es que te dejas llevar por su afiche y terminas encontrándote con algo totalmente diferente, como cuando el póster de Smooth Talk te hace creer que se trata de un romance, pero al final lo que descubres es algo totalmente traumatizante — ahora me doy cuenta de que esto suena como cualquier evento de mi dating life, lo cual… okey.
Mentiría si dijera que no he tenido pesadillas bastante parecidas a esta película. Creo que lo que la hace maravillosa es exactamente la manera en que poco a poco pasa de ser una historia adolescente a convertirse en una representación de uno de los mayores miedos femeninos. Es sutil, te agarra desprevenido y termina atormentándote, incluso después de los créditos finales.
Más allá de eso, debo admitir que tengo una debilidad por las historias de conflictos entre madres e hijas, y Smooth Talk me lo dio todo en ese aspecto. La relación entre el personaje de Laura Dern y su madre está llena de desencuentros, aun cuando lo que más ansían es un instante de conexión. La torpeza con la que las dos se comportan frente a la otra les impide hacer realidad ese deseo y para el momento en que la película termina, quizá el daño ya esté hecho y sea demasiado tarde para que las cosas sean como fueron alguna vez.
The Batman (2022)
Si hace apenas unos meses me hubiesen dicho que incluiría una película de superhéroes en esta lista, quizá no lo hubiese creído. No es por ser su esnob de confianza, pero Martin Scorsese tenía razón cuando dijo todo lo que dijo sobre Marvel. Y antes de que me ataquen con su comprobante de virginidad, sí, ya sé que The Batman no es de Marvel, pero al final del día, creo que vivimos en una época en la que todas las películas de este género siguen una misma fórmula y contribuyen de la misma manera a lo que se siente como la inminente muerte del cine — Dios, sí soy su esnob de confianza, perdónenme.
En fin, lo que quiero decir es que The Batman rocks, y como escribí en mi artículo sobre la película: lo hace no con la intención de no parecer una película de superhéroes, sino de una manera que te permite ver que las películas de superhéroes pueden ser buenas y salirse de esa fórmula genérica y aburrida que ahora caracteriza al género, y esa es precisamente la razón por la que es genial.
Robert Pattinson como Bruce Wayne es uno de los castings recientes que más sentido han tenido para mí y la forma en que esta adaptación cambia —y diría que humaniza— al personaje, mostrándolo vulnerable, inexperto y solitario, termina de tener completo sentido gracias a él, porque si algo nos enseñó Twilight —la verdadera obra maestra del 2008, algo que no digo a la ligera y que afirmo con el conocimiento de que The Dark Knight salió ese mismo año porque me encantan: 1. La ironía. 2. El caos— es que Robert Pattinson sabe exactamente cómo interpretar a un hombre torturado con una visión muy clara e idealista de lo que son el bien y el mal.
Turning Red (2022)
Ya les dije que me encantan las relaciones imperfectas entre madres e hijas, ¿qué esperan de mí? Obviamente tenía que incluir Turning Red en esta lista, porque además de tener una dinámica de hija-que-está-encontrándose-a-sí-misma vs. mamá-sobreprotectora-que-no-ha-resuelto-su-trauma-con-su-propia-madre, también muestra las amistades femeninas de una forma que se siente tan tierna como genuina.
Si algo me encantó de Turning Red, fue la manera en que abraza la rareza de ser una niña de 13 años. En lo personal, aunque han pasado casi 12 años desde que tuve esa edad, no puedo dejar de sentir cringe cuando pienso en esa versión de mí. Cada vez que veo fotos o mi familia me recuerda las cosas que hacía o decía me siento verdaderamente avergonzada, como si ahora, a los 24, fuese responsable de haber sido como era. Es por eso que ver a un grupo de niñas preadolescentes haciendo todo lo que juzgaría como cringy en mí misma y fortaleciendo su amistad gracias a eso, sin ningún tipo de remordimiento, se sintió como algo realmente significativo.
Honestamente, creo que más películas como esta deberían existir. Cada día se normalizan más las representaciones del trauma en la ficción y, aunque en algunos casos las consecuencias de esto no son positivas —no por nada ahora se nos es tan fácil autodiagnosticarnos y calificar casi cualquier suceso negativo como traumático—, me alegra que haya una película como Turning Red, que de una forma muy respetuosa y empática logra ilustrar dinámicas y patrones intergeneracionales, señalando los beneficios de romper estos ciclos.
Picnic at Hanging Rock (1975)
Después de ver esta película, si alguien me dijera que Sofia Coppola tiene una habitación en su casa destinada únicamente a almacenar memorabilia de Picnic at Hanging Rock, lo creería. Es realmente imposible ver apenas unos minutos y no darse cuenta de la influencia que tuvo en Coppola, quien hoy en día es reconocida por la feminidad sutil y etérea que suele inundar su obra y que sin duda está presente en Picnic at Hanging Rock.
Supongo que para algunos, Picnic at Hanging Rock podría caer en ese género que suele ser el favorito de la gente pretenciosa: películas en las que no pasa nada; sin embargo, creo que decir algo así sería más que injusto. Si bien no tiene una conclusión ni tampoco ofrece un porqué de los eventos, Picnic at Hanging Rock está lejos de sentirse vacía. Más bien, la película casi te marea, se siente como una alucinación en un día soleado y te deja la sensación de estar deshidratado y desorientado, y aunque no se preocupa por aclarar absolutamente nada, es difícil ignorar su subtexto sexual, aun cuando quizá no deja suficientes pistas para interpretarlo de una forma concreta.
Peter Weir, el director de Picnic at Hanging Rock, dijo que le gusta hacer películas que siguen desarrollándose en la cabeza del espectador y, aunque todavía me quedan muchas de su filmografía por ver, me atrevería a decir que esta probablemente funcione como el mejor ejemplo de este sello personal. ¿Qué pasó en Hanging Rock en realidad? Nadie lo sabe, pero probablemente cada quien haya imaginado un final distinto, sin haber encontrado una resolución satisfactoria. Picnic at Hanging Rock no es más que pura frustración, sexualidad femenina y proyección.
Cluny Brown (1946)
Cada vez que pienso en esta película, recuerdo una reseña de ella en Letterboxd que decía “get yourself a man who is in love with your weird passions”. ¿Por qué? Porque si hay algo con lo que me identifico, es con tener muchas pequeñas y grandes cosas que me apasionan, con llorar de la emoción por temas que pueden ser poco trascendentales para otros, con obsesionarme con todo lo que me gusta y sentirlo como una extensión de mí. Así que no hace falta ir muy lejos para entender por qué una comedia romántica, dirigida por Ernst Lubitsch, sobre una mujer con una pasión por la que a veces no es tomada en serio y un hombre que se siente completamente encantado precisamente por esa cualidad terminó en esta lista.
Esta probablemente sea una de las películas más wholesome que he visto en mi vida, de esas para refugiarse del cinismo y compartir con alguien querido. No solo el aspecto romántico es muy tierno y satisfactorio, sino que Cluny Brown, además, cuenta con un lindo mensaje sobre encontrar tu lugar, con gente que te respete y admire por quien eres, y donde te sientas verdaderamente libre — “Nobody can tell you where your place is. Where is my place? Where is anybody’s place? I’ll tell you where it is. Wherever you’re happy, that’s your place. And happiness is a matter of purely personal adjustment to your environment. You’re the sole judge.”
Y como si hiciera falta otra razón para amar Cluny Brown, agrego que tiene un subtexto feminista. La actitud y los intereses de la protagonista, usualmente asociados con la masculinidad clásica, sirven para desafiar los roles de género en esta película de 1946, así como para plantear una metáfora del deseo femenino también.
Bergman Island (2021)
Bergman Island es una película que le recomendaría a alguien a quien le guste el cine y además se interese por la obra de Ingmar Bergman. No digo que sea imposible de disfrutar de ella si no se cumple con estos requisitos, pero honestamente dudo que sea lo mismo: entendiendo que una película no es mejor o peor por sus referencias y que, por ende, Bergman Island tampoco lo es solo por usar la vida y obra de Bergman como fondo, sin duda comprender de lo que se está hablando y, por ende, apreciarlo es algo que hace incluso mejor la experiencia de verla.
Sé que, entonces, haber usado esto a su favor podría sonar como el camino fácil, pero honestamente, considero sumamente difícil honrar a un director tan relevante y respetado como Ingmar Bergman y hacerlo bien, mientras que además se cuenta una historia propia con la que resulta inevitable conectar, y eso es lo que Mia Hansen-Løve logra aquí. El resultado es una película que no solo rinde tributo, sino que también cuestiona un legado y plantea reflexiones sobre el arte y las relaciones de una forma paciente y compleja, jugando también con la metaficción.
No sabía qué esperar de Bergman Island porque nunca había visto la obra de Mia Hansen-Løve. Lo que terminé encontrando, sin embargo, fue una de mis películas preferidas del 2021, la cual, además, cuenta con mi cast favorito del año pasado, y que me disculpe Licorice Pizza por eso. Vicky Krieps, Tim Roth, Mia Wasikowska y Anders Danielsen Lie están geniales aquí y se complementan de una forma que se siente tan honesta como adecuada para el tono de la película.
Bajo la lógica de que lo bueno se hace esperar, realmente me encantaría que en esta lista encuentren una o más películas que les gusten porque sé que tardé mucho en enviarla y que el artículo sobre las películas de abril y mayo está respirándome en la nuca. Tal vez, si sigo viendo clips de Crimes of the Future o fotos de Anne Hathaway en Cannes, pueda ganar años de vida y sanar mi alma para tener más tiempo de escribir, Dios sabe que lo intentaré.
Como siempre, ¡gracias por leerme! Now go watch some movies.
Si pronto empiezo a escribir (espero) con seguridad debo darte créditos. Gracias, por las referencias y por las (muy necesarias) palabras
Si pronto empiezo a escribir (espero) con seguridad debo darte créditos. Gracias, por las referencias y por las (muy necesarias) palabras