Como dice Alanis Morissette, “you live, you learn; you love, you learn; you cry, you learn; you lose, you learn; you bleed, you learn; you scream, you learn”, y este año se vivió, amó, lloró, perdió, sangró y gritó bastante —o “se llevó coñazo”, para los que no hablan morissettiano—, por lo que el 2021, claro está, dejó más de un par de aprendizajes que hoy he decidido compartir.
No hago esto porque crea que mis lecciones vayan a ayudar a alguien más —cada quien debe llevarse sus propios coñazos, o vivir, amar, llorar, bla, bla bla, por su cuenta—, sino porque pienso que es importante ver hacia atrás y sentir orgullo por lo aprendido, más allá de reducir todo a un “fue un buen/mal año”. Entonces, si bien no pretendo que vean en estas reflexiones una enseñanza, sí espero que los inviten a evaluar los últimos 12 meses desde un lugar de autocompasión y a encontrar uno o más silver linings en las experiencias vividas. Estos fueron los míos:
Hay que tirar el autocringe a la basura
Como alguien que vive afligida por su propia existencia desde que tiene uso de razón —y digo esto de forma literal; algunos de mis primeros recuerdos están impregnados de vergüenza—, necesito declarar que Sky Ferreira tenía razón cuando dijo “everything is embarrassing”. Lo es.
Realmente admiro a quienes se atreven a hacer estupideces en público, a quienes no les importan los typos, a quienes toleran subir malas fotos de sí mismos y a quienes pueden hablar de algo que pasó hace 15 años sin retorcerse de la vergüenza como si no fuese ridículo tomarse demasiado en serio a su versión de entonces.
Hoy en día, existe un término que captura lo embarazoso que es existir para algunos de nosotros: autocringe, esa sensación que a ratos me impide ser divertida o desenvuelta porque básicamente equivale a sentir que tengo a stick up my ass que me aleja de cualquier tipo de acto espontáneo por miedo a pasar pena.
Nada más pensar en, no sé, montar historias en Instagram interactuando con mis seguidores me da autocringe. ¿Bailar delante de la gente? Autocringe. ¿Subirme a una tarima para recibir mi título en la graduación? Autocringe. ¿Juegos de mesa? ¡Autocringe! Si hay algo exhaustivo, es vivir así.
Por esa razón, este año hice algunas cosas que me han ayudado a desafiar esta memeable, pero horrible sensación. Una de ellas es esto que están leyendo, The Vortex, un newsletter en el que escribo —autocringe, porque ¿quién sabe escribir realmente y por qué creo que yo puedo hacerlo?— sobre mis sentimientos —autocringe, porque la idea de mostrar vulnerabilidad es aterradora— e intereses —autocringe, porque muchas veces parecen relevantes solo para mí y dos personas más en el mundo—, y la verdad es que se siente increíble.
Con tan solo tres artículos publicados hasta ahora, he logrado conectar con varias personas, conocidas y desconocidas, de una forma que jamás imaginé. Hay algo muy íntimo sobre depositar aquí mis pensamientos y luego enterarme de que hay gente en el mundo real que se siente identificada con lo que escribo o genuinamente lo disfruta. Ha sido una recompensa inmensa que me ha enseñado una lección: hay que tirar el autocringe a la basura y atreverse.
Una persona emotionally unavailable no te va a hacer feliz
No es fácil detectar quién está emotionally available y quién no; de hecho, no creo que sea un don que me haya dejado el 2021, pero lo que sí puedo decir que aprendí es a estar más atenta a las señales que indican que alguien simplemente no puede estar en una relación en un momento determinado y a dejar de insistir en vínculos con este tipo de personas.
En retrospectiva, debí haberle dado más peso a la vez que le comuniqué mis necesidades a alguien y la respuesta que obtuve fue un “eso drena mi batería emocional”. No es por sonar como una imagen de We’re Not Really Strangers, pero si te dicen algo como esto, sobre todo de una forma tan explícita, lo mejor que puedes hacer es creerlo y reconocer que esta persona no puede satisfacerte emocionalmente, por muy duro y hasta aparentemente incomprensible que sea.
A esto quiero agregar algo importante: que alguien esté emotionally unavailable no lo hace el villano de la historia. Obviamente no todo el mundo maneja la situación de la mejor manera y en algunos casos estos son seres sin ningún tipo de noción de responsabilidad afectiva, pero mi lección vino en forma de una-persona-especial-está-pasando-por-un-momento-terrible-y-no-puede-tener-una-relación, así que nunca hubo razones para buscar culpables o hacer acusaciones.
Si sientes ansiedad antes que amor, algo no está bien
Esto está relacionado con el punto anterior. Sentir que mis necesidades no eran una prioridad me llevó a cuestionar angustiosamente todas las cosas, cada cosa, pequeñas y grandes, importantes e irrelevantes, y más pronto que tarde terminé sumida en sentimientos de paranoia y ansiedad.
Sin comprender por qué, porque no había nada activamente pasando, empecé a despertarme con una ansiedad que me costaba poner en palabras y que me hacía ir al trabajo aguantando las ganas de llorar durante todo el trayecto. Nunca se sintió como algo lógico, nunca entendí totalmente de dónde venía aquello, si abrir los ojos por la mañana era lo único que había hecho para el momento en que la sensación comenzaba a invadirme.
Eventualmente me di cuenta de que el trigger estaba en sentir que estaba nadando contra corriente, pidiéndole a alguien que me demostrara afecto o quisiera verme más de una vez a la semana, mientras sentía que se convertía en un extraño a mi lado y trataba de enterrar mis necesidades por miedo a ser demasiado agobiante para una persona agobiada.
Nada de eso estaba bien, ya lo decía Debbie Harry en Heart of Glass: “If I fear I'm losing you, it's just no good”. En esa época, mi algoritmo de TikTok se conviritió en una compilación de consejos para personas con un tipo de apego ansioso y me convencí de que el problema era yo, de que la ansiosa era yo, de que debía trabajar en cómo me relacionaba con otros, y la verdad es que la cuestión no era esa.
Seguramente respondemos a ciertos triggers y algunas cosas nos afectan más que otras porque están conectadas con traumas pasados. Siempre hay espacio para mejorar y trabajar en uno mismo, pero ciertamente el problema tenía sus raíces en algo más que mi tipo de apego o en el hecho de necesitar lo que considero the bare minimum. Al final del día, estaba enamorada, pero esto no servía de mucho si lo único que sentía desde que me despertaba hasta que me iba a dormir era ansiedad.
Ir a terapia es sexy
¿Es este un descubrimiento del 2021 realmente? No estoy tan segura. La verdad es que había querido ir a terapia intensamente desde mediados del 2018, aproximadamente. Comenzando mis veinte me hice mucho más consciente de mis comportamientos y de los de quienes me rodean. El tema se convirtió en una fascinación y desde entonces soñaba con verme con un psicólogo para seguir descubriéndome y analizándome.
Sin embargo, siempre encontré una excusa para no hacerlo, el 99% de las veces relacionada con el dinero, pero este año, tras la ansiedad y las indirectas del algoritmo de TikTok, y gracias a que conseguí un trabajo que me permite destinar un presupuesto a arreglar mis asuntos, oficialmente empecé a ir a terapia.
¿Y saben qué? Es sexy. La terapia es sexy. Autoanalizarse con ayuda de alguien que conoce mucho más que tú sobre el comportamiento humano es sexy. Desarrollar herramientas que te permitan lidiar con las adversidades de forma menos torpe y más consciente es sexy. Comprender por qué haces lo que haces y cómo aquel episodio de tu infancia aparentemente inofensivo tiene una repercusión significativa en tu manera de actuar ES SEXY.
En consecuencia de este descubrimiento, también aprendí que, entendiendo que cada quien encuentra su manera de sanar y no todos los métodos son para todos y la ayuda psicológica sin duda es un privilegio, negarse a la terapia solo porque sí, cuando se está pasando por un momento realmente oscuro, no es sexy. En conclusión, mi lista 2021 Maxim Hot 100 personal está llena de gente que quiere arreglar sus asuntos y trabaja activamente en ello.
Hay que huir a la primera red flag laboral
En 2020 empecé a trabajar en un lugar con mil banderas color rojo pasión. Para inicios del 2021, seguía allí, odiando cada segundo y teniendo breakdowns al menos una vez al mes, pero me dije que podía aguantar hasta que fuese insoportable.
Todo terminó de explotar cuando mis jefas empezaron a tener opiniones sobre mi relación, mi sentido del humor —demasiado ácido e inmaduro, dijeron—, el área de la oficina en la que prefería estar —no podía irme a otra sala, más solitaria, para concentrarme más, porque entonces “no sabían en qué estaba trabajando”— y hasta lo que hacía con mi tiempo libre en la hora de almuerzo.
En ese momento, harta de todo, juzgando hasta el más mínimo desacierto y entregándome a la imprudencia porque ya no me importaba nada, encontré un lugar de desahogo en Twitter. Allí no hablé explícitamente de anécdotas personales ni dije el nombre del lugar en el que trabajaba, tampoco hice tweets sobre los personajes de la oficina, pero, por supuesto, todo esto llegó a una de mis jefas.



Por eso, en mi último día de trabajo, tras haber renunciado finalmente, me desperté con una serie de mensajes de su parte, diciéndome que me aconsejaba no volver a hablar de trabajo en redes sociales si alguien volvía abrirme las puertas, que lamentablemente no podía mandarme un mensaje de despedida deseándome cosas buenas, que madurara y que me felicitaba, porque por fin era libre. Ah, el dulce olor a bachillerato.
En ese momento, me sentí un poco culpable, pero honestamente, 8 meses después, puedo decir “no regrets”. ¿Fue lo más inteligente hacer esos tweets? Probablemente no. ¿Dije alguna mentira? Ninguna. Al final, lo único que cambiaría es no haber renunciado el día 1, o el día 0, considerando que en plena primera entrevista me hicieron una propuesta para un cargo que no era al que estaba aplicando y luego no sabían ni cómo se llamaba este.
Alexa, play Free Woman by Lady Gaga.
Quien tenga algo en tu contra se va a tomar todo lo que dices de manera personal
¡Y va a pasar casi un año hablando de la vez que creyó que un comentario que lanzaste al aire fue un ataque personal como si fuese un hecho porque le es imposible ver más allá de su fantasía de que el mundo gira a su alrededor!
Puedes hablar de lo que sea —una película, un disco, una canción, una serie, incluso un suceso personal, lo que sea— y lo más seguro es que esa persona que está pendiente de todo lo que dices, desde un lugar de odio y rencor, vaya a proyectarse en cualquier espacio que encuentre para hacerlo.
¿Y qué? Como alguien que jamás ha visto una película de Spider-Man —a excepción de la primera de Andrew Garfield, por supuesto—, pero ha observado el hype en redes sociales y ahora puede comprender un par de referencias, sobre esto lo único que tengo que decir es:
Descubres cómo son las personas realmente luego de una ruptura
Voy a recurrir a un cliché para decir que los clichés son clichés por algo. Todo el mundo siempre repite que realmente conoces a una persona cuando terminas con ella y creo que esto fue algo que olvidé en los años posteriores a mi adolescencia, cuando me rompieron el corazón por primera vez, porque ahora se siente más como una lección del 2021.
Por muy desastrosa que sea una ruptura, la posibilidad de hacer las cosas bien, de manera sana, casi siempre está sobre la mesa, y es por eso que resulta particularmente doloroso cuando la persona a la que amaste simplemente escoge la vía contraria. Es horrible y te obliga a bajarla de ese pedestal en el que la pones cuando dices “tal vez terminamos, pero siempre nos querremos y trataremos de forma especial”, que, por cierto, no es un escenario poco realista. Sí se pueden construir relaciones sanas, basadas en la nostalgia y el cariño, con personas a las que alguna vez quisiste románticamente. Esa fue una lección que aprendí hace un par de años y tal vez por eso es que se me había olvidado que existe gente que decide ser su versión más ofensiva luego de terminar. It’s la regresión a la adolescencia for me!
Sin embargo, estoy feliz de haber aprendido a prestarle especial atención a este último filtro de carácter, pues aunque suelo inclinarme a creer lo mejor de las personas que quiero, considero importante tener a la mano las herramientas para dejar de idealizarlas, sobre todo cuando te demuestran que lo bueno que ves en ellas viene, en realidad, de uno mismo.
Es por eso que me gustaría agregar que este cliché también tiene que ver con el autodescubrimiento, porque una de las cosas que me enseñó este año es que, tras una ruptura, soy quien se preocupa por cómo estás, te da el espacio que pediste y no se vuelve a meter en tu vida, te recuerda con cariño y te lo hace saber en tu cumpleaños, y te apoya en tus proyectos, aun en la distancia. Hasta que me doy cuenta de que soy la única de los dos que escogió la decencia, por supuesto.
No necesita ser tu trabajo soñado para hacerte feliz
El trabajo que tengo ahorita ni de cerca es mi trabajo soñado y la idea de seguir dedicándome al marketing digital en los años venideros, cuando no hay nada más remoto a una pasión para mí, es algo que me da pavor. Y aun así, no puedo decir que no soy verdaderamente feliz en donde estoy.
Quizá algún día reemplace la idea del “trabajo soñado” con la pasión por los hobbies y deje ir esa ambición, pero si eso verdaderamente está en mi camino, será más adelante. Por ahora, lo que puedo decir es que aprendí a estar cómoda y tranquila en un lugar en el que mis tareas se sienten más como responsabilidades y menos como “lo que me gusta”, lo que sea que sea eso, y está bien.
Trabajo con gente que aprecio genuinamente, no hay vez que no me carcajee en la oficina, dejé de sufrir de ansiedad los domingos, tengo jefes maravillosos, y no cuento los días que faltan para que termine el mes y entonces celebrar que logré no renunciar. Soy realmente feliz.
Contrario a lo que creía, soy capaz de enamorarme… sin tener que salir del país
Iba a decir algo sobre cómo eventualmente no hablaré de amor en la mayoría de los artículos y dejaré de dar pena ajena, pero recordé que tiramos el autocringe a la basura, así que seguiré en mi era cursi sin pedir disculpas.
Hace un par de años dije que no estaría con nadie más hasta que emigrara. Tampoco es que pensaba que, como le pasó a Lizzie McGuire, viajaría a Italia y encontraría a Paolo —sería una mejor analogía si Paolo fuese una buena persona, aunque entienden la idea—, pero realmente creía que no existía alguien para mí dentro de mi entorno.
Empezar de cero en otro país no tiene nada de fácil y cuando estás en medio del proceso de adaptación imagino que el amor debe ser la última de tus prioridades. Sin embargo, para mí, un lugar lejano y ajeno siempre ha significado un mar de posibilidades, mucho más amplio y profundo que el que tengo cerca de mí, y es por eso que imaginé que si podía estar con alguien que compartiera mis sensibilidades e intereses, eso probablemente pasaría lejos de casa.
No obstante, el 2021 fue un año que se propuso demostrarme que estaba equivocada y que asignarle esta suerte de responsabilidad romántica a otro país es medio tonto. Cuando pensé que no iba a conocer a nadie, conocí a alguien, y tuvimos una relación como esas que había jurado que no tendría en Venezuela.
Ahora que eso se terminó, la idea de que mi próxima relación sea fuera del país vuelve a acechar mi mente a veces —al final, sí es un hecho que me cuesta conectar de esa forma con quienes integran mi entorno—, y quizá sea una posibilidad, nadie lo sabe, pero cuando me alcanza la desesperanza de este pensamiento, me obligo a recordar la firmeza con la que creía lo mismo antes de este año y lo equivocada que estaba.
En conclusión, creo que el 2021, entre muchas otras cosas, me enseñó a no negar la posibilidad del amor.
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¡Feliz Año Nuevo!
Sé que The Vortex es un proyecto que apenas está comenzando y que este no es más que el cuarto artículo que publico, pero como decía más arriba, a pesar de ser un bebé recién nacido, este newsletter me ha permitido conectar con quienes me leen de una manera significativa y especial, y eso es algo que simplemente no puedo no reconocer en este fin de año.
Quiero agradecerles por suscribirse, por leerme, por escribirme, por caer en el vórtice. Para mí, ha sido la confirmación de que lo que tengo que decir importa y de que siempre habrá alguien que se tome el tiempo de prestar atención para empatizar conmigo por un rato, y pocas cosas son más reconfortantes que esa.
Gracias, gracias, gracias.
El 2022 será un gran año.
Me encantó. Creo que me sentí super identificada con muchas de estas cosas (el autrocringe, la terapia a la que también empecé a ir este año, amor al emigrar y entre otras) Pero, en resumen, me encanta como escribes, tienes un talento que engancha y me da muchísimo gusto haberte encontrado por aquí 💛
Fan de este artículo! Se sintió como uno de los ep personales de Love Letters 10/10