The Batex: antología de pensamientos sobre The Batman en The Vortex
Con ‘spoilers’ y sabrosura (pensamientos impuros sobre Robert Pattinson y Zoë Kravitz)
Bienvenidos a los pensamientos de una mujer que quedó loca y sexualmente frustrada luego de ver The Batman. Aclaro que no digo esto como si se tratara de un portal a un estado mental exclusivo, porque es sabido que estas son sensaciones que también ha experimentado cualquier persona que haya visto la película. Sin embargo, a pesar de que actualmente todos estamos en el mismo barco llamado “todavía no desarrollo inmunidad a los efectos de la belleza de Robert Pattinson y Zoë Kravitz”, sigo perteneciendo a una generación que cree que su impresión individual de las cosas es algo que todo el mundo necesita conocer, así que tuiteamos y publicamos historias y compartimos posts y escribimos newsletters para reclamar cierta autoridad sobre algo que el resto del mundo también está diciendo: Batman Pattinson Kravitz hot uga-uga.
¿Qué soy aparte de una mujer fuera de sus cabales con un nuevo Batman/Catwoman kink? Una fan de Robert Pattinson y una hater de las películas de superhéroes, así que sí, pasé casi tres años esperando ver al que definitivamente es mi celebrity crush más severo como el Dark Knight/Caped Crusader/cualquier otro nombre por el que es llamado Batman del cual apenas me enteré el mes pasado, pero siempre pude balancear mi admiración con el hecho de que realmente aborrezco este género. No digo que no puedan ser películas divertidas, las ventanas perfectas para poner la mente en blanco y olvidarse del mundo por unas horas, pero sí considero una falta de pensamiento crítico creer que la mayoría de ellas, a estas alturas, son algo más que eso.
Sentarme a ver The Batman fue un momento de emociones encontradas: me sentí tan asustada como emocionada y me pregunté si tendría que ver a mis conocidos a los ojos y decirles que había odiado el último proyecto del hombre al que en 2008 juré defender por siempre. Honestamente, creo que mi amor desbordado por Robert Pattinson y mis tendencias scorsesianas con respecto a los superhéroes se anularon mutuamente para dar paso a una imparcialidad que no parecía tan probable al principio y, afortunadamente, puedo decir que la película me gustó mucho — no pienso que se trate de la última revolución del cine de superhéroes, como muchas de las primeras críticas declararon, pero sin duda se diferencia de lo que ha venido haciendo Marvel, por ejemplo, y eso lo digo como el más genuino de los cumplidos.
Realmente es una película que funciona por sí sola y no gracias a su asociación con uno de los personajes más preciados del mundo de los cómics. Dicho esto, tampoco creo que pretenda ser algo más que una buena adaptación de Batman, y eso está perfecto. Aunque cuenta con claras influencias de otros géneros cinematográficos académicamente más respetados como el noir e incluso me atrevería a decir que el western, The Batman no busca distanciarse completamente del entretenimiento clásico de una película de superhéroes. Más bien, para mí, lo que hace es demostrar las posibilidades que existen dentro del género y de las que nos hemos olvidado gracias a la fábrica de contenido en la que se ha convertido Marvel. En otras palabras, no te deja pensando “Es tan buena que no parece una película de superhéroes”, sino “Las películas de superhéroes pueden ser buenas”.
Y al parecer, también pueden hacerte pensar bastante, porque en algún punto de las tres horas de película sentí que había acumulado tantos pensamientos sobre ella en mi cabeza que debía depositarlos en, mmm, ¿cómo se le dice?... Ah, sí, un vórtice, así que es momento de que saquen sus delineadores, usen sus lentes de sol dentro de la casa y pongan Something in the Way, de Nirvana, porque oficialmente están entrando en ¿The Vortex: The Batman? ¿The Bortex? ¿The Batex?
Robert Pattinson como Batman representa un problema de dimensiones Clark Kent-ísticas
Si estás leyendo esto, te interesa la cultura pop y si te interesa la cultura pop, es un hecho que en algún punto de tu vida has escuchado un chiste sobre cómo lo único que diferencia a Clark Kent de Superman son unos lentes. Tal vez esta incongruencia sea uno de sus encantos como superhéroe o quizá simplemente la dejamos pasar en años recientes porque nos enfocamos en cuestiones más importantes —me refiero a Henry Cavill—, pero lo cierto es que es el tipo de cosa sin sentido que al menos a mí me perseguirá cada vez que piense en Superman y algo que recordé todo el tiempo que pasé viendo The Batman.
A ver: realmente pienso que el casting de Robert Pattinson fue perfecto. Mientras más fotos suyas veo, más predico que estaba destinado a interpretar a Batman en algún punto de su carrera, pero así como reconozco lo ilógico que es todo el asunto de Superman, debo admitir que The Batman tiene el mismo problema: estoy hablando de una película que nos pide que creamos que los habitantes de Ciudad Gótica no se dan cuenta de que Bruce Wayne tiene exactamente la misma mandíbula que Batman a pesar de que esta no solo es el rasgo más distintivo de la cara de Robert Pattinson, sino también el único que queda al descubierto con el traje de superhéroe y uno que no comparte con ninguno de los otros personajes.
¿Estoy siendo dramática? No lo creo. Cuando se anunció que Pattinson interpretaría a Batman en esta nueva adaptación de los cómics, recuerdo que algunas personas señalaron su jawline como una de las fortalezas del casting, algo que Zoë Kravitz también comentó recientemente, promocionando la película. No lo digo como alguien que en 2008 se identificó con el término Robsessed, sino como una persona que sabe cómo luce Robert Pattinson y tiene cierto conocimiento de cultura pop: su mandíbula es bastante icónica, quizá tanto como lo es su pelo, y eso realmente significa algo.
En The Batman literalmente hay una escena en la que Carmine Falcone le dice a Bruce Wayne que jamás podría olvidar su cara. Que quede claro de una vez: esto es mentira, porque este señor ni siquiera empieza a reconocerlo cuando Batman lo confronta luego, pero si hay algo que se entiende perfectamente gracias a este breve intercambio entre ambos personajes, es por qué la amenaza principal de Ciudad Gótica es literalmente un hombre que aterroriza con acertijos. Esa gente no puede unir puntos ni porque su vida dependa de ello.
The Riddler y The Penguin son dos tipos de villanos distintos y esa fue una de mis cosas favoritas
Honestamente, cuando se anunció que Paul Dano y Colin Farrell interpretarían a The Riddler y The Penguin, respectivamente, me pregunté si The Batman encontraría la manera correcta de meter a dos villanos en la misma adaptación. La desconfianza que me produce este género se mezcló con mi poco conocimiento sobre los cómics, donde asumo que este escenario es más usual, y realmente me dio miedo la idea de que una película de superhéroes intentara malabarear más cosas de las que está en la capacidad de manejar. Afortunadamente, debo decir que The Batman entiende perfectamente en qué se diferencian estos personajes y logra contrastar la naturaleza de ambos para mostrar la propia dualidad de la decadencia de Ciudad Gótica.
Primero, creo que es importante notar que The Riddler y The Penguin están en etapas diferentes de sus arcos como villanos y que eso, también, los hace desempeñar roles distintos en esta película. The Riddler tiene un mayor protagonismo porque es quien representa una amenaza latente, quien armó un plan maestro para acabar con Ciudad Gótica y se encuentra en el momento cumbre del mismo. The Penguin, por su parte, todavía no es el antagonista que viene a la mente de las personas cuando escuchan su nombre, lo que quiere decir que si bien es alguien más que cuestionable en The Batman, aún no tiene el poder para desafiar a un superhéroe. Que la película haga esta distinción desde el principio es clave, pues evita que tenerlos a ambos en la misma historia se sienta como un objetivo demasiado ambicioso para su propio bien.
Sin embargo, mi parte favorita de sus roles es que cada uno parece pertenecer a un universo distinto, pero Ciudad Gótica es el único mundo en el que pueden coexistir. Como yo lo veo, The Riddler es, por definición, un villano de cómic — tiene una historia de origen oscura y el tipo de inestabilidad mental que en la ficción suele traducirse en una suerte de maldad extravagante. Mientras tanto, The Penguin aquí funciona como su contraparte realista, un hombre con sed de poder y un talento para la corrupción, alguien que no pocas veces aparece en las noticias o sobre quien hemos visto películas basadas en hechos reales.
De cierta forma, esto responde a las razones por las que nos fascina Ciudad Gótica, por las que, con cada nueva adaptación de Batman, evaluamos también el diseño de producción. Como se dice ya prácticamente de forma irónica sobre Sex and the City o casi cualquier película ambientada en Nueva York: la ciudad también es un personaje, y la manera en que Ciudad Gótica vive y respira en The Batman es mezclando la diversión de que pueda existir un mundo ficticio en el que conviven héroes y villanos con seudónimos, con la sospecha de que esa maldad, esa suciedad, no nos es ajena en la vida real.
Si tiene paralelismos con Twilight, es una gran película
El primer artículo que publiqué aquí fue, en parte, sobre cómo obsesionarme con Twilight cuando tenía 11 fue una de las experiencias más formativas de mi vida, así que no se sorprendan porque tenga que tocar este punto para poder hablar de The Batman, una película que hace tres años, con las primeras noticias sobre su casting, despertó una infinidad de chistes sobre Robert Pattinson pasando de vampiro a murciélago y ahora que se estrenó demuestra que las similitudes con la saga basada en las novelas de Stephenie Meyer van más allá de esta casualidad.
Quizá el paralelismo más fácil de reconocer está en el momento en que Robert Pattinson, como Bruce Wayne, salva a un niño de un carro fuera de control, tal como salvó a Bella Swan en la que pasó a ser una de las escenas más emblemáticas de Twilight y un referente de lo que debería ser el contacto visual con un interés romántico en potencia — me niego a conformarme con menos que la mirada intensa de un vampiro que sabe que acaba de delatarse como una criatura sobrenatural que se siente tentada por el aroma de mi sangre.
Claramente, si hay algo que Robert Pattinson puede hacer, es evitar accidentes de tránsito y revelar su heroísmo o una habilidad especial en el proceso, aunque sería un poco injusto no reconocer sus otros talentos, entre los cuales está confrontar a sus crushes sobre abandonar la ciudad sin siquiera saludarlas primero. No es por ser la persona que dice “los que saben saben”, pero ciertamente los que saben saben que en Twilight, Edward Cullen se pasa un suiche —sí, Corina Smith, demándame por escribir suiche Y sánduche— casi, casi tan rápido como lo hizo mi ex, pero a la inversa, porque de un día para otro empieza a tratar de conversar con Bella luego de haberla evitado por semanas. Uno de estos intercambios se da con él preguntándole por qué irá a Jacksonville y a esto ella le responde confrontándolo por no decirle ni “hola”, algo que —sorpresa— también hace Zoë Kravitz como Catwoman cuando Batman, sin ningún tipo de introducción previa, le pregunta si se va de Ciudad Gótica. Cinematic parallels! A rude king!
Más allá de esto, me parece necesario acotar que, en general, Bruce Wayne y Edward Cullen son personajes que comparten un principio: no matar. Viendo The Batman, me vi obligada a preguntar si todo lo que hacía este superhéroe era caerles a golpes a los malos. Cuando me dijeron que sí y me explicaron que esto tenía que ver con el trauma de la pérdida de sus padres, entendí que no solo Edward y Bruce son ambos almas torturadas, especialistas en el arte del brooding, sino que su pasado los hizo adoptar una filosofía de vida similar. Mientras que Batman hace una distinción entre él y los criminales evitando replicar las acciones que causaron su orfandad, Edward Cullen, como los vampiros de Anne Rice antes de él, se niega a alimentarse de sangre humana y, como resultado, tienes a dos personajes que constantemente se encuentran al borde de perder el control, algo que Twilight y The Batman muestran con escenas en las que Carlisle Cullen y Jim Gordon, respectivamente, los obligan a retomar su fuerza de voluntad antes de que hagan algo por lo que no podrían perdonarse a ellos mismos.
En fin, de aquí hay un par de cosas que rescatar:
Twilight y The Batman deberían ser vistas consecutivamente. Si esto no es un double feature, no sé qué lo sea.
Robert Pattinson es el ser más quirky y risueño del mundo en público, pero su inclinación hacia papeles melancólicos —y su buena interpretación de los mismos— parece indicar que existe otra parte de él que le da completo sentido a Magdalene, el álbum de FKA Twigs.
Bruce Wayne es virgen y nadie me puede decir lo contrario
Bruce Wayne y Selina Kyle esto, Bruce Wayne y Rachel Dawes aquello; seguro, las conquistas de este superhéroe le dan chispa a la cuestión, pero mi admiración va para The Batman por tener la valentía de hacerse una pregunta mucho más interesante: ¿y si Bruce Wayne fuese virgen?
En The Batman, Catwoman actúa como un interés romántico para Bruce Wayne, sí, y la película no los muestra besándose solo una vez, sino dos, pero nada de esto me va a hacer cambiar de opinión. Este Batman, lejos de ser el típico playboy que asiste a galas y no puede no coquetear con cuanta mujer se le atraviese, se comporta como un adolescente reprimido que nunca ha tenido la oportunidad de interactuar con una mujer que le atraiga. Es tierno, es inocente, es virgen.
Por un lado, la película se asegura de que la audiencia comprenda lo aislado que ha estado Bruce Wayne desde la muerte de sus padres. Se infiere que el hecho lo traumatizó y le quitó cualquier tipo de gusto por la vida, lo cual, okey, entendible, y que, en consecuencia, se ha alejado por completo de las apariciones públicas, solo saliendo de casa por las noches para vigilar las calles de Ciudad Gótica sin que nadie más que su mayordomo Alfred lo sepa. Bruce Wayne, por supuesto, era un niño cuando asesinaron a Thomas y Martha Wayne y, siendo la soledad un estilo de vida que adoptó desde ese momento, es fácil llegar a la conclusión de que no solo nunca ha socializado con mujeres bellas, sino que tampoco ha tenido la oportunidad de hacerlo. En otras palabras: es extremadamente probable que sea virgen — no que para perder la virginidad debas hacerlo necesariamente con una mujer bella, pero ustedes entienden.
Además de esto, hay algo sobre la manera en que se muestra su atracción hacia Selina Kyle que me encanta porque es perfecto para ilustrar lo socialmente inmaduro que es Bruce Wayne en esta adaptación. Así como aquí vemos a Batman recibir golpes, calcular mal sus aterrizajes y temerles a las alturas, también se nos presenta este personaje que conocemos como un supuesto playboy siendo increíblemente torpe alrededor de la mujer que le gusta y, casi más importante para mí, sintiéndose realmente afligido en privado, cuando únicamente lo acompaña la vergüenza de sentirse como un perdedor con un crush.
La forma en que mira a Selina, la obsesión con la que ve los clips de ella que tiene grabados o incluso el hecho de que ni siquiera la saluda cuando le habla son todas cosas que denotan una incomodidad y una vergüenza puramente adolescente, y esto, sumado a su reclusión voluntaria, me hacen estar convencida de que tenemos a un Bruce Wayne virgen en nuestras manos. The Batman, de cierto modo, puede leerse como una película sobre orígenes — me gustaría pensar que esto también tiene que ver con los inicios del personaje como un sex symbol.
The Batman en realidad es una película con grandes actuaciones
Por su bien, espero que hayan escuchado el sonido de TikTok que dice “Why am I the only one that’s popping my fucking pussy right now?” porque probablemente sea necesario que lo conozcan para entender que lo que voy a decir no es una obscenidad sin sentido, o al menos no es solo eso. La verdad es que The Batman es una película que por tres horas me hizo pensar “EVERYONE’S POPPING THEIR FUCKING PUSSIES IN THIS!” y vengo a explicar por qué.
A lo que me refiero es que absolutamente nadie llegó al set de The Batman proponiéndose hacer the bare minimum simplemente para cobrar un cheque. Al contrario, todos popped (dieron) their fucking pussies (grandes actuaciones) y esa es una de las razones por las que esta película se siente diferente a lo que se ha venido haciendo en el género últimamente. Aquí no tienes algo tan terrible como Scarlett Johansson diciendo “Don’t do it!” y Florence Pugh respondiendo “This was fun!” antes de que Johansson grite “NOOOOO!” y Pugh se lance a su muerte sabrá Dios desde dónde en Black Widow, un ejemplo que pongo porque ambas actrices han demostrado lo buenas que pueden ser en otros roles, pero aquí recitan uno de los peores intercambios que he visto y demuestran dónde está el estándar para las películas de superhéroes.

En esta nueva adaptación, Robert Pattinson lo hace genial como Bruce Wayne y también como su alter ego nocturno. Aunque esta es una película que se rehúsa a dejar de lado la realidad de que debes ser una persona con traumas de una seriedad difícil de ignorar para decidir adoptar una nueva identidad con el fin de hacer justicia, la mayoría del tiempo a través de la violencia, no pienso que sea demasiado explícita sobre este lado oscuro del personaje. Más bien, lo que permite entender cuán atormentado vive Bruce Wayne es la forma en que Pattinson, con gestos, miradas, un tono de voz particular y pocas palabras, evoca un tipo de melancolía que funciona perfectamente para darle otra dimensión, una mucho más real y humana, a Batman.
Asimismo, como dije: EVERYONE’S popping their fucking pussies in this. Además de la actuación de Pattinson, también Zoë Kravitz es una muy buena femme fatale, un arquetipo que, después de ver a Ana de Armas en Deep Water (2022), entiendo que no todo el mundo puede interpretar. Kravitz logra ser tan intimidante y sensual como algunas de las mejores femmes fatales y, en lugar de quedarse únicamente con esa característica vibra amenazante, le agrega un encanto que ayuda a empatizar con una Selina Kyle que todavía no es la Catwoman que conocemos.
Colin Farrell, como The Penguin, estuvo sorprendentemente bien, a pesar de que en un inicio parecía que toda su actuación se basaría en el maquillaje protésico, y su acento de New Jersey es, sin exagerar, de lo mejor de esta película — “C’MOOOOON!”. Paul Dano fue, obviamente, la persona más extra del elenco de The Batman, y digo esto como algo positivo, aun cuando la dirección y el desarrollo de su Riddler, aka Edward Nashton, varias veces se sienten imperfectos. Jeffrey Wright, como Jim Gordon, y Andy Serkis, como Alfred Pennyworth, superaron el reto de apropiarse de personajes tan protegidos por el fandom, y John Turturro estuvo increíble como el villano que es tan cool que ni siquiera tiene tiempo para jugar a ser el villano de la película.
The pussies? Oh, they were popped!
The Batman como remedio para Joker
Ah, sí, el dulce aroma a 2019, cuando el planeta se dividía en dos bandos gracias al impredecible, pero innegable poder del mismo señor que hizo una trilogía sobre un grupo de amigos que perdían la conciencia a punta de alcohol en destinos exóticos para despedir su hombría antes de caer en las garras de las mujeres a las que ellos mismos les propusieron matrimonio. Obviamente estoy hablando de lo que causó Todd Phillips cuando pasó de ser el director de The Hangover a ser el destructor de mundos al que se le ocurrió hacer Joker para obligarnos a basar nuestras identidades online en si éramos fans o haters de la película.
La verdad es que en aquella época tomé una posición ambivalente entre los dos discursos — como diría si estuviera entrando en mi era de adulta contemporánea, LO CUAL NO ESTOY HACIENDO AÚN: ni muy, muy; ni tan, tan. Odiar o amar Joker me parecía, y todavía me parece, algo patético. Cuando la vi, genuinamente la disfruté y pretender que no lo hice para encajar con un grupo de internet que encontró miles de razones para criticarla me atraía tan poco como fingir que era una obra maestra que al final sí se merecía el León de Oro en Venecia. Aun así, leí suficientes opiniones —algunas en contra de mi voluntad— de ambas sectas y busqué entender qué era lo que cada una veía en la película.
Uno de los temas de los que más se habló para entonces fue el hecho de que Joker parecía redimir a los incels, esa comunidad online de hombres que se consideran incapaces de atraer a mujeres y, en consecuencia, resienten a todo el género femenino y se encargan de difundir un mensaje de odio y violencia que en años recientes ha evolucionado en una forma de terrorismo. ¿Lo hacía de forma literal? ¿Era Arthur Fleck, aka Joker, un incel autoproclamado? No; de hecho, ni siquiera pertenecía a una comunidad “online” porque la película está ambientada entre finales de los setenta y principios de los ochenta. Sin embargo, hay que entender que este término ha dejado de significar algo tan específico y literal, y ahora se refiere a un grupo radical con una ideología basada en la supremacía del hombre blanco. ¿Joker congenia con estos valores? Hasta cierto punto, sí. Y aunque no creo mucho en eso de que las películas deban ser “correctas” o tener un impacto netamente positivo, no puedo negar las posibles consecuencias de un producto cultural con un mensaje ambiguo y peligroso.
Ahora bien, aun cuando leía estos takes bien argumentados, me preguntaba cuál hubiese sido una mejor forma de representar a un personaje que comparte rasgos clave con esta subcultura y la verdad es que nunca lo supe, hasta que vi The Batman.
Aquí, The Riddler también es un incel, aunque nadie lo defina como tal, pero esta adaptación maneja el tema con más inteligencia: ni asume una forzada responsabilidad woke de decir “esto es bueno y esto es malo”, ni deja de condenar acciones que deben ser reprimidas. Temáticamente, The Batman se encuentra constantemente en busca de los grises, por lo que en un punto obliga a la audiencia a considerar que Bruce Wayne y Edward Nashton, quienes supuestamente representan el bien y el mal, en realidad son bastante parecidos. Sin embargo, a pesar de que la película muestra cierta empatía por The Riddler al equiparar sus motivaciones con las de Batman, en ningún momento retrata las acciones de este villano desde la celebración, como lo hace Joker.
No es casual, por eso, que el momento más significativo del arco de personaje de Batman se dé luego de tener una conversación con The Riddler. Es gracias a ese intercambio que el superhéroe comprende que, si sigue actuando desde la venganza y la autodestrucción, no hay mucho que diferencie su impacto en Ciudad Gótica del de alguien que literalmente busca destruirla, así que finalmente, luego de dos años como un temible vigilante nocturno, opta por el heroísmo en una de las escenas más bellas y poderosas de la película.
Dios me libre de revivir el discurso sobre Joker con todo esto que estoy diciendo, pero viendo The Batman, sentí que finalmente podía entender por completo esta falla de la película de Todd Phillips. La diferencia está en el tono celebratorio, en la empatía enfermiza con la que prácticamente se nos obliga a ver al personaje aun cuando comete crímenes horribles y en el hecho de que se nos plantea como injusto que tenga que asumir las consecuencias de sus acciones. No quiero que suene como si The Batman hubiese hecho que Joker me gustara menos, porque no es así; es solo que ofrece un contraste que me ayudó a comprender exactamente dónde y por qué se equivoca la película, y eso, en una era en la que subculturas radicales no son una amenaza de poca seriedad, es importante.
Y finalmente, The Batman es una película proterapia
Si Robert Pattinson impone unos estándares de belleza inalcanzables y los hombres simplemente no pueden adaptarse a ellos, lo entenderé. Si The Batman no los motiva a ir a terapia y siguen, voluntariamente, escogiendo ser unas criaturas del mal, protestaré.
Estoy hablando de una película que literalmente tiene el siguiente monólogo:
“Vengeance won't change the past. Mine or anyone else’s. I have to become more. People need hope, to know someone's out there for them. The city's angry, scarred. Like me. Our scars could destroy us, even after the physical wounds have healed. But if we survive them, they can transform us. They can give us the power to endure and the strength to fight.”
No hay excusas.
A The Batman no se le escapa el hecho de que su protagonista prefiere disfrazarse de murciélago, maquillarse los ojos con sombra y delineador, caerse a golpes todas las noches, lanzarse desde balcones y lidiar directamente con asesinos en serie antes que ir a terapia para resolver sus problemas y tener una relación más saludable consigo mismo y su entorno. Es por esto que el final —o al menos uno de ellos, ya que estamos hablando de una película que tiene aproximadamente cuatro finales distintos porque no pudo escoger uno solo. Lo siento, Matt Reeves, aún te quiero—, con este monólogo, se siente tan… proterapia.
En la gran mayoría de las películas con representaciones de masculinidad tóxica, los hombres no se dan cuenta de que esa es la fuente de sus comportamientos dañinos. Es más, casi ni consideran que estos sean defectos, sino que sus conflictos suelen enmarcarse como una lucha entre ellos y factores externos, así que imaginen mi satisfacción cuando escuché a Bruce Wayne reflexionar sobre sus heridas emocionales, el poder que estas tienen para destruir y la necesidad de sanar para cambiar.
Al menos para mí —y no sé si esto tiene que ver con lo cansada que estoy de que los hombres ignoren sus problemas, destruyendo todo a su paso y únicamente parando durante los pocos meses de infatuación en los que creen que una mujer puede ser su centro de rehabilitación— fue extremadamente refrescante escuchar a un personaje tan complicado como este admitir que, aun cuando habita en un mundo de villanos y corrupción, hay una serie de cosas sobre sí mismo que necesita transformar para hacer el bien. Que la moraleja, de cierta forma, haya sido algo tan personal y no un simple comentario sobre el mal que acecha la ciudad me pareció un toque justo y necesario que comprueba lo consciente que está The Batman sobre los traumas del personaje protagónico. Ojalá tu ex, mi ex y todos los exes del mundo se evaluaran con la misma consciencia, ¿no?
Como dije, The Batman me gustó mucho y creo que eso pueden inferirlo por la cantidad de pensamientos que despertó en mí. La verdad es que no todos están aquí, pues también pudiera hablar sobre lo mucho que envidio la colección de botas de Selina Kyle o sobre por qué de ahora en adelante quiero que absolutamente todas las escenas de pelea transcurran en un club o sobre lo terrible que me parece la conversación entre The Joker y The Riddler en la cárcel, aun cuando no estoy en desacuerdo con un poco de fanservice, o sobre cuánto me encantó que la película no recurriera a los típicos flashbacks de la infancia de Bruce Wayne y, en cambio, expresara mucho sin decir demasiado mediante las escenas compartidas entre él y el hijo del alcalde, o incluso sobre lo perfecto que me parece su uso de Something in the Way, de Nirvana.
Por ahora, me parece que cubrí los puntos más importantes —sí, los paralelismos con Twilight y la posible virginidad de Bruce Wayne entran en ese grupo—, así que sin nada más que agregar, me despido con la que espero que sea la conclusión que se lleven de todo esto:
Batman Pattinson Kravitz hot uga-uga.